Con los dientes apretados y sabiendo que en este duelo sólo valía ganar, el Halcón salió al Sao Januario a jugar una final. Y como las finales no se juegan sino que se ganan, la ganó. Como corresponde. Y de yapa este plantel de Crespo al que se le puso muy difícil el andar en esta parte del año, se hizo un lugarcito en la historia grande del club.
Si no se convertía era imposible pasar el turno, por eso el equipo de Crespo salió adelantado al terreno de juego con la pelota en su poder. Larralde y Acevedo manejaron los hilos del medio pero las profundidad no se hizo presente. Por el contrario, Vasco casi lastimó tras una asistencia de Benítez a Ribamar que remató cruzado y desviado. Luego Unsaín tapó un cabezazo a quemarropa.
Parecía que la tarea de convertir iba a ser cada vez más esquiva en el ST pero a Hachen le cayó el Balón en el momento justo del partido. No falló y su gol cambió el rumbo de la historia.
Los cariocas metieron gente arriba y con esas mismas limitaciones que hoy lo depositan en los últimos lugares del fútbol de su país, fue a buscar los penales aunque sea.
Crespo hizo las variantes correctas. Romero fue la bandera varelense de la resistencia y detrás de él se encolumnó un equipo dispuesto a volver a ganar. La desesperación del local hizo el resto. Las finales se ganan. Y la de hoy fue una final del mundo. La ganó el Halcón y está en cuartos.